jueves, 8 de abril de 2010

Intrusismo

En nuestro grupo de la especialidad de Lengua Castellana y Literatura (el 3º de 3) nos dividimos entre los filólogos y los periodistas a partes iguales, con un par de excepciones (publicidad y comunicación audiovisual). Para los filólogos, el máster sería la continuación natural de sus estudios para llegar a la meta final: el filólogo, si no es escritor o investigador, ejercerá como profesor de secundaria. Para la mayoría de los periodistas, en cambio, el máster es una salida laboral más, ya que esta profesión no está jerarquizada como el resto de las profesiones denominadas liberales. La mayoría de los medios de comunicación se nutren de practicantes mal pagados o ni siquiera, porque saben que si alguno se va, hay una cola más larga que la de paro de quienes esperan la mínima oportunidad para demostrar lo que valen. Esta situación particular que vive el gremio de los periodistas se ve agravada por la actual crisis económica.
En una de las primeras clases, al presentarnos y explicar de que áreas veníamos y que expectativas teníamos, los filólogos nos acusaron a los periodistas de intrusismo. Justo a nosotros, que hemos estudiado tanto como ellos, con dedicación y sacrificio, para encontrarnos al final de los estudios con un panorama desolador, en el que para hacerte un lugar debes por poco vender tu alma al diablo. Pero lo peor de todo es que los medios de comunicación están llenos de intrusos que no tienen oficio pero sí mucho beneficio; y cuanto más masivo es el medio, menos formación tienen los intrusos, que además parecen tener por misión defenestrar el idioma castellano hasta lo indecible.
Para ejercer como profesor hay que tener un verdadera vocación docente, y en este sentido estoy convencida de que la mayoría de los periodistas tenemos esa vocación. De hecho, como comunicadores somos los intermediarios en la transmisión de un mensaje. En el aula, la función del docente debería ser la de intermediario en el aprendizaje de los alumnos, y no quien les inculca ideas preconcebidas o razonamientos propios. Así como un buen comunicador es aquel que ofrece los datos objetivos y los elementos para que sea el propio receptor quien forme su opinión sobre los hechos, un buen profesor debe ofrecer los datos y elementos de enseñanza y aprendizaje para que sea el propio alumno quien forme sus conocimientos.

4 comentarios:

  1. por mi, todos los que terminaís este master sois unos heroes: cuanto trabajo y sufrimiento para después tener que civilizar a las criaturas que son el futuro de este país. tiene casi algo de idealismo romántico...

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  2. Supongo que los que elegimos esta profesión tenemos algo de idealistas, además de una buena dosis de optimismo.

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  3. Yo, que me formé como periodista, nací comunicadora: a los 16 meses sabía hablar más que la media de niños y, sin saber idiomas he sido capaz de transmitir sentimientos e ideas que otros, dominándolos, eran incapaces de transmitir con palabras. El caso es que, muchos filólogos piensan que tienen la patente en esto de dar clases y la verdad es que ellos tampoco deberían haber estudiado Filología para dar clases, sino para conocer la lengua y estudiarla, ya que la docencia no es la finalidad de estos estudios universitarios, sino una salida "más" que les ofrece el mercado laboral al terminar la carrera, como a nosotros, los periodistas o comunicadores. La lengua la aprende quien tiene interés, quien la estudia y la investiga, quien juega con ella y se permite el lujo de utilizarla. En eso, periodistas y filólogos coincidimos. ¿Por qué no dejarnos de tonterías? Intrusismo en el mundo de la educación no es ser periodista, sino enfrentarte a las clases sin ninguna pretensión de transmitir conocimientos, y en eso, muchos filólogos están entrenados. Deberíamos recordar que la unión hace la fuerza.
    IZASKUN

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  4. Estoy de acuerdo contigo. En mi opinión, todas las carreras deberían ofrecer dos ramas: una pedagógica y otra de investigación. Es evidente que todas las asignaturas se nutren de profesionales que han escogido la docencia como una salida más, y no porque tengan verdadera vocación docente.

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